Las energías verdes: ni tan limpias ni tan baratas como las pintan
Una enorme demanda de cobre, cobalto, litio y níquel para las energías verdes aumentará sus precios entre un 70 y 180%, intensificando la minería y disparando la inflación según un estudio alemán.

Últimamente el cambio climático es un fenómeno que preocupa a millones de personas en todo el mundo y que, al fortalecerse en 2019, captó una atención global. En aras de detenerlo, activistas y políticos dicen que la mejor opción es frenar los aumentos de temperaturas a 1,1 grados Celsius por año. El tiempo es limitado: tenemos hasta 2050 antes de una «catástrofe». Nada mejor, dicen, que usar energías verdes como la eólica o la solar: son limpias, baratas y su huella ecológica es menor que otras fuentes. ¿Quién puede oponerse a algo así? Independientemente de si suscribimos o no a la ocurrencia del cambio climático, que tiene mucha resistencia en algunos sectores (incluidos científicos), lo cierto es que las energías verdes son muy populares. Pero un estudio del Instituto Alemán de Investigaciones Económicas (DWI) muestra que, realmente, las energías verdes no son tan verdes como nos lo muestran.
El estudio fue publicado el 26 de enero por el instituto con sede en Berlín, pero en las regiones hispanohablantes no recibe mucha atención. Eso no implica que en otros lugares suceda lo mismo. Por ejemplo, la Comisión Europea (órgano ejecutivo de la UE) aceptó designar la energía nuclear como verde por resultarle indispensable para la transición. Sí, es deseable tener un mundo menos contaminado y cuidar del entorno, embellecerlo, hacerlo valioso, pero el hecho es que hay detalles pasados por altos. Esto, naturalmente, conlleva a tomar elecciones equivocadas que se traducen en acciones que pueden costar desde recursos hasta vidas humanas. Cuando menos, dificulta alcanzar los objetivos. El hecho es que, a diferencia de los fanáticos de las energías verdes, la Comisión Europea y los economistas saben que las energías verdes requieren de la minería y de suministros inestables y costosos para mantenerse.
Por qué las energías verdes no son tan verdes
Lo primero es algo que corre a voces, pero nadie lo dice con suficiente fuerza (o más bien, nadie lo escucha). Las energías verdes, en particular la solar y la eólica, requieren cantidades brutales de metales en general y de los llamados metales críticos. La demanda mayormente se centra en el cobre, el aluminio y el níquel, el cobalto y el litio, que requieren intensificar por lógica la actividad minera. Muchos ecologistas se encuentran en contra de la minería y se quejan de sus problemas, como el envenenamiento por plomo, que mata 1 de cada 3 niños cada. La minería también emite químicos como el arsénico, el cobre o hidrocarburos. Básicamente, los ecologistas no pueden estar en contra de la minería contaminante y a su vez pedir energías renovables. Más allá de la contradicción, las energías verdes limitan su propia expansión.

Resulta evidente que intensificar la actividad minera es un requisito para poder expandir las energías renovables. De hecho, por lejos la energía eólica es la que más requiere de metales críticos como el cobalto: usa hasta 59,60 veces más que el gas natural por terawatt producido. Ahora, dado que usan infinitas veces más metales, la demanda por parte del sector verde incrementa su precio: no es que su suministro sea seguro. Es decir, tenemos a los ecologistas haciendo lobby para prohibir la minería, aunque es necesaria para cumplir su sueño de energías verdes, inestabilidad política en el tercer mundo y grupos armados. Y no es que las minas salgan de la noche a la mañana, así que la oferta de metales es limitada ante una demanda expandida. ¿Resultado? Incrementos del 70 al 180% en el precio de los metales.
Resultados previsibles: las «verdes» en peligro por su propia mano
En un escenario de emisiones cero para 2050, la demanda de cobre rozaría sus máximos históricos a casi 11 mil dólares por tonelada antes de bajar en 2035. El níquel se comportaría del mismo modo y haría otro récord en 2040 tocando los 50 mil dólares por tonelada, cuando hoy se halla en los 23 mil dólares. El metal más caro, que es el cobalto, pasa de los 72 mil dólares y rompe los 200 mil dólares, mientras que el litio pasa de 6 mil dólares a 16 mil dólares. Los autores del estudio dicen que la oferta de estos metales va a aumentar para responder a la demanda emergente. Sí es posible, pero no en las mismas proporciones. Tanto la inestabilidad institucional y política como el hecho de que las fuentes se encuentran en países como Congo o Brasil dificultan la respuesta.

En un escenario de cero emisiones netas, el consumo total de litio debe aumentar más de veinte veces para 2040. Prevén que la demanda de cobre aumente 40% cada año, la de cobalto aumente 60% e igual para el níquel. El litio, que será el metal más demandado, se dispara al 80% anual. Dándonos una idea de la monstruosa demanda, el cobre pasa de 23 millones de toneladas en 2020 a 40 millones en 2040, o el cobalto que pasa de 200 mil toneladas a un millón. El litio tiene que pasar de una suma inferior a 5 millones de toneladas a casi 40 millones de toneladas, una monstruosidad responsable de los aumentos de precio. Sin contar los problemas relacionados con su diseño y provocan poco uso de la capacidad, esto plantea dificultades y la búsqueda de otras alternativas.