Quiebra, la clave del éxito de las empresas privadas
El caso de Electricaribe nos sirve para analizar la gravedad que da a lugar cuando el Gobierno interviene las empresas públicas o privadas para evitar su quiebra.
Las empresas privadas pueden significar grandes éxitos. Hay éxitos deslumbrantes (Grupo Aldor) y éxitos duraderos (Colombina); historias de éxito a la vuelta de la esquina (Rappi) y empresas líderes continentales indiscutibles (Grupo éxito); Todas con reputaciones que no han fallado e incluso han implementado transformaciones exitosas.
Pero la principal ventaja de las empresas privadas es que quiebran. Las empresas privadas pueden volverse obsoletas o ineficientes, no adaptarse a los cambios e innovaciones, tener un mal servicio al cliente, reclutar personas malas o dejar atrás habilidades esenciales. Pueden crecer demasiado rápido o demasiado lento. Pueden dejar ir sus costos o tratar de reducirlos demasiado. Pueden asignar mal sus recursos, invertir poco o invertir demasiado.
No solo pueden fallar, sino que pueden fallar estrepitosamente. Al final de una larga agonía o de una sorpresa momentánea, las empresas privadas pueden desaparecer, dejando espacio para competidores que, para tener éxito, tendrán que hacerlo mejor.
Esa es la descripción del progreso. La competencia nos permite elegir y obtener el mejor producto, el mejor servicio, la mejor gestión, la mejor organización. Es cierto en el largo plazo, pero es un fenómeno observable a simple vista: los pioneros de la telefonía han sido reemplazados en solo unos pocos años, muchas empresas prometedoras se han cerrado unos meses después de su lanzamiento.
Sin embargo, el problema de las empresas públicas es que rara vez quiebran. Eso no significa que sean mejor que las privadas, ni mucho menos; simplemente significa que cuando están a bajo rendimiento, puede seguir viviendo como un zombi, siempre y cuando tengan el dinero del contribuyente, su sudor y su sangre. Ellas pueden plantarse todo el tiempo que quieran; no tiene competidores, sus recursos están limitados solo por su capacidad de desangrar a los demás.
Peor aún, el estado también puede mantener empresas privadas en negocios que deberían haber fallado. Se puede mantener con un goteo a industrias enteras que luego no tienen ningún incentivo para mejorar, el Gobierno tiende a financiar y subsidiar proyectos destinados a fracasar, comprar productos que están lejos de los mejores disponibles en su mercado, comprando así demasiado caro.
La mediocridad respaldada por el poder público puede durar indefinidamente y paralizar la economía, arrastrando el peso de la ineficiencia no corregida. Sin la capacidad de fracasar, sin temor a la competencia, hay pocos incentivos para mejorar.
Intervención y rescate a Electricaribe, receta para el fracaso
También hay pocos incentivos para mejorar la calidad general del servicio más allá del negocio principal de la compañía. Los interventores de Electricaribe aún se niegan a hacer públicos los datos de cuanto dinero de los contribuyentes han desperdiciado la empresa prestadora de servicio eléctrico, Transmilenio en Bogotá es una empresa al borde de la quiebra, Transmetro en Barranquilla tampoco esta alejado de los déficits lo que impide que mejores empresas presten un servicio que ellos no tienen ni tendrán la capacidad de hacerlo correctamente.
Además, por su falta de incentivos para mejorar, las empresas estatales y las privadas politizadas tienden a usar y abusar de su situación. El estado colombiano es un accionista muy codicioso, pero esa supuesta generosidad con los empleados de las empresas públicas y «privadas» sale del bolsillo de los contribuyentes. Por ejemplo, al final va terminar rescatando a Electricaribe, probablemente sean 3 o 4 billones de pesos iniciales invertidos para el rescate pero siempre será el contribuyente quien asumirá el costo de la mala administración, además de los costos exorbitantes y los enormes beneficios de los empleados, no olvidemos de como ese rescate también se vera reflejado en facturas más infladas de lo que deberían.
La quiebra es saneamiento. El rescate de Electricaribe en 2018 podrá evitar la tormenta a corto plazo, pero no resolverá ningún problema; él mercado los castigó, y sin duda el Estado amplificara los problemas a largo plazo. Podemos entusiasmarnos con los números después del punto decimal, pero debemos enfrentar lo obvio: el crecimiento no está allí, los mercados en Colombia están en una situación en la que no gozan de mucha salud; la crisis, brutal o insoportablemente duradera, tendrá lugar.
El fracaso permite que las personas aprendan y la sociedad progrese. Evitar la quiebra de Electricaribe o cualquier otra empresa pública o privada en realidad impide el éxito y detiene el progreso.